¿Cuánto dices que duró el concierto? Lo que oyes, cerca de dos horas y media con el corazón tendido sobre el escenario del Garnelo. Alrededor de 150 minutos goteando emociones, un ir y venir de músicos cabalgando canciones atemporales. El tiempo, como un espectador más, se eternizó allí para disfrutar de lo lindo.
“Sólo le pido a Dios”, la composición del argentino León Gieco popularizada en España por Ana Belén, abrió el repertorio. Después el grupo “Reunión”, perfectamente orquestado con el apoyo de una estupenda sección de viento (gracias David (flauta), gracias Víctor (trompeta) fue desplegando su infalible catálogo de sentires, el necesario y oportuno tributo a algunos de los más representativos cantautores en lengua hispana: de Serrat a Sabina, de Miguel Ríos a Pablo Milanés, de Roque Narvaja a Antonio Vega (conmovedora y sentida la versión de El sitio de mi Recreo a cargo de Manolo Alférez). Todos ellos, a través de sus más emblemáticas letras, anduvieron por allí.
En ese menester de homenajear a estos insignes artistas, “Reunión”, con la expresiva voz de Rocío Jurado, se supo rodear de colaboradores y amigos: Antonio Varo (Club de los 80), al que se unieron Antonio Sánchez (batería de Tres band), y Pepito Leiva (percusión) bordó Mediterráneo, con lo difícil que esto es; Rafa Herrador (le sobran tablas y poderío vocal) le dio consistencia de barítono al Himno a la Alegría, estandarte de paz y concordia; y Pepito Gálvez (Tres band y El Club de los 80) colgó en las cuerdas de su cálido bajo la ternura de “Sólo pienso en ti” y el estremecimiento machadiano de “Cantares”.
Dos invitados de lujo se sumaron a este reconocimiento a los cantautores. De Madrid vino Juan Antonio Muriel que se presentó con su tema más famoso, Princesa, compuesto a medias con Joaquín Sabina. Muriel, que tiene cuatro discos publicados, nos regaló después dos canciones más, la segunda de ellas (“A la orilla de mi guitarra”) se pegó, por su enorme sensibilidad, a la piel de los asistentes.
De Málaga, llegó Javier Ojeda con su cariñosa entrega, su sonoro desprendimiento. Y acudió puntual, pese a que unas horas antes estaba en Irlanda. Sin descansar, sin merma de su cordial entusiasmo pese al palizón de aviones y kilómetros, allí nos dejó su pasión y su contagiosa energía interpretando dos canciones: Tristeza de amor, de Hilario Camacho, y Menta y Limón, de Roque Narvaja, ambas incluidas en el próximo disco de su grupo Danza Invisible, que saldrá al mercado en marzo.
Dos bises, ante el clamor del público, pusieron la rúbrica a tan extraordinario concierto, perfecto igualmente en lo tocante al sonido y la iluminación. Fueron Juana la loca y Pacto entre caballeros, otros dos temas de Sabina, que alargaron la velada hasta la medianoche.
Manolo Leiva (¡maestro!), Antonio Jesús Salido, Julián Marqués, Manolo Alférez, José Manuel Carrasco, Rocío Jurado y Manolo García lo habéis vuelto a conseguir. Los Secretos, hace un año; ahora cantautores, la Movida madrileña, dentro de 12 meses. Lo esperamos impacientes. Esa aleación de corazón y técnica (musical) con la que hacéis las cosas siempre da buenos resultados.
MANUEL BELLIDO MORA
El corazón y la técnica (musical) forman una aleación
1 comentarios:
Bueno, fenomenal, eso es lo que parece la crónica de Manuel Bellido, como siempre he dicho, para mi siempre es un placer escucharlo y en esta ocasión leerlo.
Pepe Gálvez
Publicar un comentario