II GUATEQUE ROMANO
Como un anticipo de las vacaciones a la par que una evocación de los añorados bailes de los tiempos de juventud, la Centuria Romana Munda consiguió reunir a cerca de un millar de personas en su Segundo Guateque Romano. Un colorista cartel diseñado por Antonio Toro Cerezo sirvió de poderoso reclamo publicitario. Y la cosa prometía.
Inicialmente, como ya ocurrió el año pasado, la concurrida fiesta iba a celebrarse en la preciosa finca “La Marquesa” próxima a la Fuente del Pez en las afueras de Montilla, pero la drástica e inesperada bajada de las temperaturas (además había riesgo de lluvia) aconsejó buscar refugio bajo techo en las Naves Municipales de Ciatesa, recinto por otro lado de larga tradición musical pues no son pocos los conciertos de toda índole que ha acogido.
A regañadientes aceptó la irreductible tropa romana y allegados tan imprevisto cambio de planes aunque sin que tan inoportuna mudanza llegara a causar merma en el ánimo y la disposición a una reconfortante y divertida velada, como en efecto resultó. Lo único que pasa es que habrá que dejar para otra ocasión lo del sarao en pleno campo, junto a una placentera y serena alberca, apartados como quien dice del “mundanal” ruido.
Noche, en fin, destemplada que parecía obstinarse en enmendarle la plana al recio refranero español: Era 43 de mayo y no había manera de quitarse el sayo (15 grados en la calle, qué fue de la canícula, qué del persistente anticiclón de la Azores)
Así que con tanto “fresco”, inusual para la época, fueron los cuatro grupos invitados (Los Románticos, Tito y sus Niños, El Club de los 80 y Revolución) los encargados de que el personal entrara “en calor”. Y a fe que lo lograron.
Tras la preceptiva bienvenida, de lo que se ocupó Manuel Pérez como ideólogo y principal animador de la reunión, Los Románticos subieron al escenario. Formado en 2009 y con algunos de sus miembros pertenecientes a la Centuria Romana Munda, es un conjunto (dicho en terminología sesentera) que no cesa de progresar. Esta vez, amen de un buen puñado de versiones (Albert Hammond, Roque Narvaja, Cadillac, Steve Wonder o América), se han atrevido con composiciones propias que, vista la entusiasta reacción del público, resultaron del agrado general. Especialmente reseñable es su “particular” adaptación de Mí Carro, de Manolo Escobar. Los Románticos hacen una auténtica recreación de esta popular tonada, la pasan por el filtro del blues, mutación de la que sin duda sale muy favorecida. Un 10 para Rafa “monstruo de la voz” Herrador, Juan “tambores” Robles, Antonio Casado y Antonio Tudela que contaron con la estelar contribución del omnipresente Antonio Jesús Salido. Faltó a la cita David Hidalgo, guitarra solista y coros, que no pudo acudir.
Le siguieron Toni y sus Niños, otra de las agradables y numerosas sorpresas de la noche. El tal Toni (Antonio López Gómez) es un pionero rockero de La Montiela. En los años 60 fundó “Los Aguilas Veloces”, el primer grupo eléctrico de Santaella (Toni, Isabelo, Koski, Lorenzo y Vinagre) con los que, en aquellos años, llegó a amenizar la Fiesta de la Vendimia en una de las casetas instaladas en el barrio de las Casas Nuevas. También pasó por “Reforma” y otras agrupaciones. Para su nueva reencarnación se ha unido a tres estupendos instrumentistas (los hermanos Sierra, todos ellos de Santaella) que, por la diferencia de edad, podrían ser sus hijos.
Juntos funcionan como una máquina de interpretar viejos éxitos de sus artistas favoritos: Los Sirex, Fórmula V, Los Albas, Los Mitos, Los Brincos, Los Bravos, The Animals y Credence Clearwater Revival. Leño, para que se hagan una idea de sus preferencias, era lo más moderno que llevaban.
La actuación de Juan Sierra –guitarra-, David Sierra – bajo – Rafa Sierra – batería- y Toní al micrófono resultó compacta y satisfactoria. Curro, al mando de la sonorización, les cogió el punto como al resto de participantes. Y eso, como se sabe, es tarea harto dificultosa en un sitio tan complicado por las características de su cubierta y enorme amplitud.
El Club de los 80 tomaron el relevo sin bajar el nivel. Su nombre, un claro homenaje a su década predilecta, es garantía de buenas vibraciones. Tocaron canciones de La Unión, Tino Casal, Alaska y los Pegamoides, El último de la fila y Antonio Vega (El sitio de mi recreo, claro). Un material de primera calidad que hizo bailar a los asistentes (muchos de ellos acudieron disfrazados imitando la moda de sus años mozos). Tampoco faltó en su repertorio algo de Fito y Fitipaldis.
El club de los 80 une veteranía y espectáculo. Sus componentes proceden de diferentes formaciones locales: Manhattan, Talismán, Express y Unmo, de quien formaba parte, a la batería, el recordado Miguel Veredas, quien como miembro de la Centuria Romana Munda tantas veces hizo de Judas en los desfiles procesionales del Jueves y Viernes Santo.
Juan de Ávila Alguacil, en las baquetas, Pepito Gálvez con el bajo, Miguel Ángel González en la guitarra, Paco Alcaide, también guitarra igual que Antonio Varo, y José María Carmona en la voz completaron una actuación dinámica y muy completa a base de extraordinarias píldoras de pop rock, una receta antioxidante, el mejor remedio contra el abatimiento.
Se metió, bien entrada, la madrugada. Y muchos, cansados, optaron por la retirada. Los que quedaron tuvieron su recompensa. Tarda en aparecer, pero la Revolución llega. La comanda Pepe Torres, armado de su arsenal de efectos con la guitarra, con la complicidad de Julián Marqués, en la batería, José Urbano, en el bajo, David Mesa, al frente del teclado y voz. Juan Luque Romero con más guitarras, Carlos Gamero, que casi se estrenaba como cantante, y la ayuda de Antonio Jesús Salido y Pepito Galvez. En suma una superbanda local que, aunque se dejan ver de higos a breves, cada vez suenan más cohesionada y rotunda. Con temas de Dire Straits, Suvival, Bon Jovi, Guns and Roses, Mark Knopfler y Joe Cocker, entre otros, redondearon una actuación en plenitud. Tu frialdad y En el lago, magníficamente cantadas por David, culminaron un pase de categoría, un soberbio colofón a una noche llena de color, como diría el inolvidable Jesús de la Rosa.
MANUEL BELLIDO MORA
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